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La dimensión de la subcultura de la calle

Abarca todo lo relacionado a la llamada “subcultura de la marginalidad”, en la cual transcurre, inmersa, la vida de los niños de la calle. El conjunto de personas, elementos, formas de rotación, reglas y valores, así como formas de comportamiento específicos como el consumo de drogas, robo, violencia física y sexual e incluso la música “chicha”, constituyen el contexto al que se hace referencia.

Se puede afirmar entonces que, a mayor permanencia de los niños en las calles, mayor será la adscripción a los valores y reglas de esta subcultura (dependiendo ello también, por supuesto, de la actividad que en ella se realice). En este contexto, , son los delincuentes adultos quienes devienen modelos de identidad a ser imitados por los niños de la calle. La fuerza física se usan en forma efectiva (o por medios de amenazas de empleo de la misma), en situaciones que van desde la defensa del territorio o de la actividad que se realiza hasta la confrontación directa en situaciones insignificantes de la vida cotidiana.

En lo referente a la utilización del dinero, resulta importante para los niños de la calle el tenerlo al alcance en cualquier momento para satisfacer diversas “necesidades” (que no corresponden necesariamente a las básicas, como por ejemplo el alquiler de juegos de vídeo) o para “arreglar situaciones” que comprometen la libertad, jerarquía, o la realización de ciertas actividades, así como para la obtención de drogas.

El dinero no tiene sólo en valor en sí, sino fundamentalmente, el de otorgar “prestigio” a quien lo utiliza liberalmente, pagando por los deseos de sus amigos o grupo. No es pues extraño ver niños de la calle que “queman” sumas verdaderamente importantes de dinero pagando las diversiones de sus amigos a fin de obtener estatus en el grupo.

Otros elementos, como los rituales de iniciación, la filiación, un código lingüístico propio, la violencia legitimada en la interacción y la organización en función a cierta noción de territorialidad con fronteras fluctuantes, son aspectos que reflejan y caracterizan asimismo la dinámica interna del grupo de la calle. En lo referente a la legitimidad de la violencia, cabe aquí mencionar dos vertientes de las cuales proviene la aceptación de conductas violentas (eso es, agresividad “actuada” e interna):

  • La primera de ellas es la que refleja la violencia estructural de la sociedad, acentuada en su manifestación dentro de los grupos marginales como respuesta a la violencia de la sociedad formal por un lado, y por otro, a una clara tendencia a la autogratificación  a través del abuso hacia los más débiles.
  • La segunda vertiente proviene de la llamada “pedagogía popular del golpe”, de acuerdo a la cual, el golpe constituye generalizada de crianza en las familias sin ningún grado de instrucción, ni valores, por lo cual es aceptada por todos (adultos y niños)

Dentro de este marco, la violencia surgida en el contexto de la subcultura de la calle, es aceptada con relativa facilidad por los niños de la calle. El niño no se queja abiertamente ni presenta reacciones extremas frente a las agresiones que le propinan otros niños (de su propio grupo) o adultos de la calle, ni siquiera cuando se trata de una violación sexual. Las cicatrices de agresiones de esta procedencia pueden ser físicas pero rara vez relacionadas, lo que se evidencia en que el menor agredido no busca ayuda, ni busca insertarse en refugios alternativos.

Ello lleva a pensar que, haciendo el análisis respectivo de costos vs beneficios, el niño de la calle pueda sentir que no pierde un lugar dentro del grupo por ser víctima de dicha violencia, y que por el contrario, al aceptarla puede ganar estatus, reforzar vínculos con los menores del grupo (es el caso por ejemplo, de la ayuda mutua que brinda dentro del grupo, a un miembro que se ve que la violencia ejercida por otro es “abusiva”).

El niño de la calle es más bien un pre-adolescente o adolescente que, por diferentes conflictos familiares, ha debido dejar su hogar bajo la forma de fuga súbita o de la (auto) expulsión progresiva, en un contexto que frecuentemente se acompaña de maltrato físico y verbal. La fuga del hogar como medio de resolución de conflictos familiares y expresión de la crisis de adolescencia, determina así que los menores, muchas veces a edad realmente precoz deban experimentar la vida en la calle no sólo bajo la forma de una particularmente aguda oposición del a menudo violento mundo de los adultos, sino también dentro de un contexto anómalo, como el de la marginalidad callejera.

Uno de los problemas más importantes, ya que con niños delincuentes ¿qué puede esperar la sociedad? en este caso no se puede ya ni mencionar a los padres, también son delincuentes, estos niños vienen de hogares disfuncionales, sí no cuentan con padres que los puedan guiar con valores, ¿Quién los puede ayudar? Y en esta constante van creciendo y son los que amenazan nuestra existencia.

Es un problema latente de países sobre todo subdesarrollados, y ya depende de cada gobierno su acción en los niños necesitados y abandonados.. porque sí no miran a ellos, no esperen tener un país con probabilidades de crecimiento, es bien sabido que los problemas se curan de raíz y éste es uno de los principales.

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