El buen humor es un factor fundamental para poder vivir mucho y conservar la juventud. Siempre recuerdo con emoción aquellas palabras que solía repetir mi abuelita. “Para ser feliz hay que sonreírle a la vida”
Las personas mayores deben, efectivamente, esforzarse por amar la vida y dejar de temer a la muerte-que puede ser aplazada con la perseverancia en el esfuerzo por mantener un buen equilibrio físico y mental, realizando alguna actividad que esté ligada con la naturaleza.
Con este fin, se han abierto muchas universidades para la tercera edad, basadas en el modelo ofrecido por la de Toulouse, en la que los estudiantes-que tienen entre sesenta y noventa y cinco años-practican tanto educación física como toda clase de actividades culturales, tales como :conferencias, debates, discusiones, visitas a monumentos, etc. El profesor Auneau, director de una de estas universidades les enseña a subirse a una silla y a descender sin peligro, para evitar los riesgos de una caída; organiza ejercicios y actividades útiles para establecer relaciones: bailes, paseos en común, orquestas, coros, etc. Éstas permiten a los ancianos deshacerse del sentimiento de soledad que a menudo experimentan.
Voltaire aconsejaba a un anciano que conservase la coquetería literaria; pero, para ir más lejos, yo agregaría que es preciso conservar también la coquetería física, que no es otra cosa que el deseo de superarse, la voluntad de sobrevivir sin dejarse sorprender nunca por la desesperanza y el abandono.
Alguien dijo y con mucha razón: “Mientras somos jóvenes, debemos ser coquetos para agradar; y cuando somos mayores, debemos continuar siéndolo para no causar desagrado”.
Las personas de edad tienen que ser optimistas y confiar en la vida-aunque siendo conscientes de sus límites.-La sensatez es la mejor garantía de equilibrio y de dicha, y constituye un factor importante de longevidad.