Cada época imagina haber inventado una nueva forma de sensibilidad. De este modo, se considera a sí misma original, aunque en realidad no difiere más que a nivel superficial de la épocas anteriores, al igual que la espuma difiere en relación a las olas.
La juventud actual no puede escapar a esta ley. Como reacción ante el romanticismo de las generaciones que le han precedido, así como magia de los extraordinarios progresos científicos que está presenciando, se considera a sí misma realista.
Esta anarquía de las sensibilidades es sólo aparente. El corazón continua ejerciendo su poder, y a menudo lo hace de manera despótica, lamentablemente, una prueba de ello es el constante número de crímenes cometidos por motivos pasionales, que no dejan de aumentar al final de cada año. ¿Cuál es la causa de estos dramas sino un ofuscamiento del corazón, exaltado por la imaginación?
Quienes pretenden que el amor sentimental no ocupa ningún lugar en la sociedad moderna, confunden un modo de expresión pasajero con la sustancia misma del ser humano, que es inmutable.
Los sentimientos cambian mucho menos que las sociedades, y el realismo de que hace alarde la nuestra durará una época, como todas las modas que se han sucedido desde que el mundo es mundo y desde que existen hombres dispuestos a inventarlas; ya que, a pesar de estos caprichos, la naturaleza sigue su curso.
El mal, sin embargo, tiene un remedio: aprender el arte de amar, puesto que el amor es un arte.
Vuelvo a repetirlo, los progresos científicos, por mucho confort material que puedan brindarnos, no le darán un sentido profundo a la vida ni harán más puro el corazón del hombre.
Este, no porque haya conquistado el universo, o porque haya sido dado a luz en una matriz tomada en préstamo un siglo después de la muerte del padre, podrá cambiar algo de su estructura, de su propia materia y, en particular, de su vieja herencia instintiva, tiránica e indestructible.
Estando eternamente condenado a tener las mismas virtudes, los mismos defectos e idénticas necesidades, necesitará buscar eternamente en sí las condiciones de un equilibrio indispensable para su conducta en la tierra, ocurra lo que ocurra.
Ahora bien, sin duda toda la vida moderna nos conduce a la ruptura de este equilibrio, puesto que el maquinismo ciego, la fría técnica y la estadística rigurosa o complaciente, han reemplazado a las cosas del alma de Leonardo de Vinci, y este magma de nociones matemáticas va hundiendo al hombre para reducirlo a un estado de autómata.
La felicidad, no es una ilusión ni quimera. La felicidad existe realmente, y si no la poseemos es tan sólo porque no hemos sabido encontrarla, o bien porque hemos pasado junto a ella sin distinguirla. Tan cierto es que existe, que quienes la niegan sólo lo hacen respecto de sí mismos, pero creen en la felicidad de los demás y la envidian.
Un error muy común es el de suponer que la felicidad proviene de algún acontecimiento extraordinario, cuando en realidad no depende de ningún acontecimiento exterior y sí de nosotros mismos. Todo cuanto se necesita para alcanzarla lo poseemos en nosotros. ¿Qué hacemos en el presente sino vivir lo que durante nuestra juventud nos parecía tan lleno de promesas? ¿Dónde reencontrarnos hoy, en la realidad, esos sueños de antaño? ¿Gozamos con todo aquello que nos hemos prometido alcanzar?
Sin pena y sin tristeza, deje que el pasado se desvanezca en las brumas del recuerdo. Cumpla con la máxima de Horacio, de Carpe diem, “Cada mañana, propóngase extraer el mejor provecho de ese día”. A pesar de los problemas y dificultades que puedan presentársele, intente disfrutar de la vida a cada momento y de cuanto le rodea. He aquí el secreto de la felicidad, que embellece nuestras vidas y enriquece a la totalidad de nuestro ser.
Por mi parte, creo que no deberíamos desear lo que no podemos hacer; y que la esperanza, si no la apoyamos con obras, es siempre triste. Por eso la vida principalmente es necesariamente triste si cada uno espera la felicidad sin más; por eso acaba imponiendo la ley del fastidio o de la desdicha a quienes le aman o le temen. El buen humor, por el contrario, es una actitud mucho más generosa: da mucho más de lo que recibe. Todos debemos pensar en la felicidad de los demás y hacer algo por ella, pero lo mejor que podemos hacer por quienes nos aman y amamos, es ser felices nosotros mismos.
8 comentarios en «EN BÚSQUEDA DE UNA EDUCACIÓN SENTIMENTAL»
Buen diaguapa me encanta como escribes
tu admirador desde las islas canarias
🙂
Gracias
Saludos 🙂
me encanta todo lo q escribis
😉 te releo
Gracias Mateo por seguirme
Saludos
Genial!,,,,precioso comentario como de costumbre
Tu eres mi persona favorita…
Gracias!
Mil y mil veces también ♥
♥️♥️♥️Vos sos mi inspiración de cada día para ser siempre mejor persona…♥️♥️♥️
Eternamente agradecido
Muchas gracias por sus palabras tan generosas.
Es bueno saber que se puede llegar a los corazones de personas que quieren ser mejores.
La agradecida soy yo.
Saludos 🙂 ♥