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La Madre Tierra

Otra de las lecciones que el ser humano ha de aprender es el respeto a la morada espacial que le permite vivir, ser, trabajar, tener su vivienda y formar su familia. Ese hogar espacial debe ser sagrado, así como lo contenido en él. El ser humano, siendo habitante en el planeta, ha de sentir gratitud y respeto hacia los cuatro elementos: Agua, Aire, Tierra y Fuego, sin los cuales no habría haber manifestación viviente alguna. Respeto significa no contaminar, dañar ni destruir nada, al igual que nadie lo hace en su propio hogar donde convive con sus familiares.

Integrarse a la Naturaleza en armonía con ella es sentirse unidos al ritmo vital, sin perjudicar nada ni a nadie. El ser humano ha de saber que la tierra que pisa (llamada también territorio o suelo) no pertenece a nadie, por más que sea comprada con dinero y entregada por medio de documentos como una propiedad privada; porque, ¿quién puede llevarse al morir el terreno donde está ubicada su casa? Ni un centímetro de él cabe en la maleta de la eternidad, después que las personas pasan de plano.

Las tribus aborígenes de América, a quienes llaman “salvajes”, consideran sagrada la tierra, la aman y veneran, así como todo lo que ella contiene: Ríos, montes, selvas y sabanas, la verde pradera, los animales sus hermanos, el sol y la luna. Para ellos, el concepto de comprar o vender tierras resulta extraño y absurdo.

El hombre civilizado no valora la tierra, no la ama ni la cuida, así como tampoco al aire y al agua con sus criaturas vivientes. Debido a la insaciable codicia de dinero y posesiones materiales, arremete contra ese patrimonio sagrado, se apodera de la vida a la que llaman “recursos naturales” para comprar y vender, todo lo cual constituye un delito que encadena a la existencia física de lucha y sufrimiento, durante siglos.

Con el nacimiento de la ciencia llamada Ecología, son muchas las consciencias que van despertando, se sienten comprometidas a respetar y proteger la Madre Tierra, hogar espacial para esta humanidad. Esas personas no contribuyen con los incendios forestales, la tala de los bosques, la matanza y el maltrato a los animales ni contaminan el agua, el aire, pues saben que todo eso hay que preservarlo por ser un regalo muy valioso.

Los seres humanos conscientes y superados tampoco envenenan la atmósfera etérica del planeta con pensamientos malsanos, temores, odios, venganzas, lo cual crea monstruosos egrégores colectivos. La acumulación de tan tremendo peso en el Hemisferio Norte de la tierra, hace que se incline bastante su eje hacia un lado, lo cual desajusta su natural armonía. Con ese peso agobiante a cuestas, la Madre Tierra gime apesadumbrada y va dando traspiés en su vertiginoso girar, tal como lo haría un beodo al ir caminando. De no ser por la incesante ayuda de los Hermanos del Espacio, a quienes llaman “Extraterrestres”, y de muchos seres de Luz pertenecientes a dimensiones superiores, la Madre Tierra ya habría sucumbido definitivamente.

El planeta debería ser reconstruido de tanto pillaje y devastación que, por egoísmo, ignorancia e inconsciencia, el ser humano ha desatado sobre el suelo terrestre.

Así que por el libre albedrío del ser humano, todo ello se está pagando con agobios y sufrimientos propios del nuevo ambiente. Mejor viven los seres de la colina, quienes ven el sol todas las mañanas, que los moradores de los pantanos, desiertos y zonas polares donde no hay nada que comer. El merecimiento personal ha de ser la base de toda experiencia.

2 comentarios en «La Madre Tierra»

  1. que hermosa nota concientiza a amar a nuestro planeta
    Felicitaciones Eunice por esa sensibilidad desde la portada
    que hermoso documental de amor al planeta en que vivimos,.
    Maravilloso.

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