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¿Dónde está la superioridad?

Cada persona debe evaluarse ella misma para saber qué posición de superioridad ocupa en el trato con sus semejantes y no caer en posiciones extremas consideradas superiores o inferiores, porque nadie es más ni menos que otros. Ningún ser humano debe permitir que lo menosprecien ni tampoco ha de ponerse a dominar a otros con férrea mano, por un centímetro de superioridad.

Mirando con ojos espirituales, vemos que la superioridad, si la hubiera, está en lo interno; pero es tan discreta que apenas se advierte. La bondad, la comprensión, la inteligencia y la ternura pasan desapercibidas porque no resaltan. Con ojos externos, la aparente superioridad es de lo más común: En el trabajo, negocios, fiestas y reuniones, en los centros de estudio e incluso en el mismo hogar, bastantes personas se sienten superiores y atropellan al prójimo, lo ignoran o marginan, no lo valoran en su justo lugar por lo cual no tienen nada de superiores ni aunque se lo crean.

Decimos: ¿Quiénes son realmente superiores? Si lo sienten así, lo creen y lo practican, no hay verdadera superioridad sino tormento para muchos seres, abusos de autoridad, en el cobro de dinero por sus servicios y un encumbramiento personal que distorsiona los valores. Bastantes doctores, científicos, políticos, y empresarios están en ese parapeto donde se colocaron ellos mismos por sus títulos universitarios y profesionales, su encumbrada familia, su posición laboral o social. A ellos no les interesa nada lo espiritual y bloquean la energía divina, porque para ellos no existe.

Ahora, hablemos de los humildes, los que todo lo aguantan y lo soportan. ¿Por qué? Por creer ellos mismos que son inferiores o poca cosa, menos que otros y que no pueden aspirar a nada más. Ninguna de esas dos posiciones es correcta por estar en los extremos, porque el equilibrio del término medio viene siendo lo mejor: Valorarse uno mismo en su justo lugar. Si se practicara la fórmula del amor que dio Jesús siglos atrás, todo estaría arreglado; pero resulta muy difícil cumplir con ese principio tantas veces predicado y admirado.

Tampoco hay verdadera igualdad en el mundo, aunque en la igualdad no está la armonía sino en la equidad, pues la vida se basa en la multiplicidad y en la variedad; por lo tanto, todos no somos iguales. ¿Por qué razón? Unos seres humanos son más antiguos que otros en el tiempo, lo cual indica una evolución mayor por el desarrollo de cualidades y jerarquías cumpliendo diversas funciones;  aunque no es regla general; porque ya sabemos que hay seres que con el tiempo se acrecientan más los defectos y las perversiones, en este caso es ideal citar el proverbio que reza así: “Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza.”

La verdad es que en la Tierra nadie viene siendo inferior o superior por su raza, religión, nacionalidad y otros enfoques externos considerados erradamente. El racismo, por ejemplo, siempre será algo perverso y cruel que causa horror en el mundo- guerras, venta de esclavos; la historia lo sigue demostrando.

En conclusión: ¿Dónde está la superioridad? ¿Existe? En realidad, no existe sino la superación personal a través de los propios méritos, lo cual lleva a ocupar mejores posiciones  y tener más amor, mayores responsabilidades para el prójimo.

Jesús decía: “El más superado es quien ha de servir a los más pequeños”

Y alguno que pueda ser superior en algo, nunca lo dice, porque simplemente  lo ignora.

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