La sociedad de consumo introduce al ser humano en una cultura de violencia (calculada mediante la competitividad) de diversas maneras, entre las que destaca los medios de comunicación social (el mismo lenguaje se torna violento cuando se transforma en un discurso incoherente de mentira, de manipulación y de alienación), la masividad, la adquisición compulsiva de bienes y la marginación. La violencia es, entre otras cosas, un fenómeno social, ella no se explica por sí misma, depende de factores sociales. De ahí la necesidad de contextualizar la violencia social en nuestra realidad actual. La propia palabra violencia refiere al uso excesivo de la fuerza al ejercicio de una agresividad patológica, que pone en peligro la convivencia humana, y al uso abusivo del poder, en general.
En los últimos años hemos vivido o acompañado de cerca el aumento de acciones violentas, tanto por parte de los delincuentes como por parte de algunas instituciones, sin olvidar la violencia cotidiana expresada en nuestra comunidad, distrito, barrio de distintas formas, desde niños y niñas en la calle o que trabajan hasta altas horas de la noche; adolescentes en grupo que se reúnen para transgredir los derechos de los demás; mujeres, adolescentes o , a veces, niñas en la calles prostituyéndose , homosexuales en las calles de la capital, robos, asaltos, jóvenes y adolescentes microcomercializando drogas, entre otras formas de acciones que observamos cotidianamente y se nos escarapela el cuerpo y se nos viene a la cabeza un sinfín de interrogantes.
¿Por qué los niños roban y consumen drogas?, ¿Somos nosotros los responsables de que los adolescentes salgan a las calles a transgredir los derechos de los demás?, ¿quizás es algo normal o es parte de la vida o del destino, ¿Podremos hacer algo frente a ello?, ¿Quizás es protegerse de las consecuencias y dejar que vivan sus vidas?, estas y otras inquietudes nos hacen reflexionar e impulsan a asumir una actitud comprometida frente a la violencia y plantear acciones concretas en respuesta.
La dificultad para enfrentar adecuadamente esta ola de violencia en sus diversas manifestaciones evidencia nuestra fragilidad institucional. Poco a poco hemos ido construyendo una cultura de la violencia, entendiendo ésta como el conjunto de sentidos, valores, símbolos y patrones incorporados o subyacentes a la acción y comunicación en nuestra sociedad. Este conjunto lo vivimos de manera consciente o inconsciente y lo asumimos como expresión característica de nuestra realidad humana; que puede pasar de generación en generación tal como lo vivimos o recibimos o bien puede ser transformado efectivamente por nosotros. .El decir que la violencia forma parte de nuestra convivencia social no nos determina, aunque sí nos condiciona; pero, sobre todo, nos desafía a determinar los elementos negativos.
La cultura es algo dinámico, que se construye y se crea, y que no sólo se adquiere o consume. En este sentido socioculturalmente hablando, un reto para la superación de aquello que nos deshumaniza, por ello en mis próximos artículos voy a poner al tapete algunas interrogantes que me hice. Es un problema de todas las personas, países, donde existe violencia=mundo .Acepto sugerencias ya que cuanto más personas unidas en una causa común y con ideas inteligentes, que se tornen en acciones, podemos vivir en un mundo con mucho menos violencia, depende de cada uno de nosotros concientizar y tomar consciencia de la sociedad en la que estamos viviendo actualmente…