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La delincuencia juvenil o comúnmente llamada pandilla

La delincuencia juvenil es un problema jurídico porque el joven debe ser visto a través de las normas penales de cada país, es un problema sociológico, ya que es el estudio de las causas sociales el que nos puede dar una explicación de las determinantes de los factores delictivos. La rebeldía o la timidez, la vagancia o el hurto, la sociedad o el deseo de organizar pandillas con fines antisociales, no representan en sí, más que formas peculiares de estado de ánimo a consecuencia de la noción que tienen los padres o los adultos, en general respecto al comportamiento y la educación del niño.

La delincuencia juvenil no es sino la primera escala de la navegación de los valores sociales; son los antivalores de la convivencia, generados por el nacimiento defectuoso en su más profundo sentido, y que más tarde darán, como consecuencia lógica, paso a factores negativos de la más honda consecuencia que traerán aparejados la delincuencia del adulto, resultante lógica  de todo un proceso evolutivo dinamizado por la educación y puesto en marcha por la falta de orientación moral en el seno de la familia.

Se ha demostrado que prácticamente la delincuencia,  en su sentido lato, nace y se genera desde el momento mismo en que el sujeto viene al mundo; y es por eso que la responsabilidad de la delincuencia recae exclusivamente en los padres, autores espirituales de la tendencia o de las tendencias delictivas de sus hijos. Y esto tiene la explicación en el hecho de que el hombre es condicionado, hasta cierto punto, por las costumbres y las tendencias sociales del grupo dentro del cual vive.

Vamos a examinar, ahora, cuáles son los factores ambientales que mayor incidencia tiene sobre el joven en sus determinantes delictivos. En primer lugar, el hogar es el principal foco de bienestar o malestar humano, tanto más tenga el sujeto que depender de él en sus relaciones con el mundo. Entre nosotros, el hogar se encuentra por lo general mal constituido, las uniones son esporádicas y los lazos que unen a los miembros de la familia son muy laxos. La ilegitimidad tiene un alto porcentaje entre nosotros y más tratándose de jóvenes delincuentes. En una investigación que realizó la Policía Nacional del Perú hace algún tiempo encontró que el 80% de los niñ@s en estado de peligro provenían de hogares mal constituidos. Sólo el 20% de los niñ@s tenían un hogar estable, en el que la armonía no era alterada en forma sustantiva.

Entre los factores del hogar,  que más importancia tienen, se hallan: Las relaciones afectivas de los miembros del grupo entre sí y las relaciones de cada miembro en particular con cada uno de los componentes de dicho grupo familiar, las condiciones del niñ@ en el grupo familiar, la forma cómo es educado y la manera cómo se le trata en la familia, el puesto que ocupa en el grupo y en qué manera reacciona el niñ@ frente a los problemas afectivos de su ambiente, muerte de los padres, las enfermedades de uno o ambos progenitores, el abandono del hogar por uno de los padres, la separación, el divorcio, la pobreza extrema, entre otras.

La delincuencia juvenil considerada como conducta  antisocial o como violación de prescripciones legales específicas, se debe a una falta o deficiencia de la constitución mental, moral y física del ser humano. Con frecuencia es resultado del estado anímico del individuo, estado provocado por causas que escapan a su control, circunstancias económicas, indigencia, espacio reducido, hogares disfuncionales, padres alcohólicos, incompatibilidad entre padres o entre los padres y los hijos.

Delincuencia Juvenil y seguridad ciudadana

Cuando se habla de las pandillas, barras bravas y grupos juveniles “seguridad ciudadana” se utiliza, por lo general, como sinónimo de seguridad física en las calles y en menos proporción en el hogar, olvidándose que un verdadero  concepto del vocablo debiera incluir también otras libertades públicas y privadas, conformadas por derechos básicos y fundamentales como los derechos políticos, los derechos económicos y los derechos sociales.

La percepción de la criminalidad y el temor a ser víctima de un delito agiganta y distorsiona la realidad, con un efecto multiplicador desproporcionado, sobre todo tratándose de hechos realizados por grupos de adolescentes y jóvenes, lo cual aumenta la posibilidad de adoptar políticas equivocadas  e inconstitucionales en aras de la prevención general. De ahí entonces que haya un sentimiento generalizado en la ciudadanía para resolver el problema de la delincuencia infantil y juvenil por medio de la confrontación y el castigo.

Debemos aprender de la historia, la cual nos enseña que los sistemas represivos de esa naturaleza no constituyen un medio eficaz para disminuir la delincuencia y menos para proteger los derechos humanos. Algunos ciudadanos creen en esas alternativas como único medio para combatir una creciente criminalidad, sobre todo ante la ineficacia de las acciones represivas para disminuirla, pero equivocadamente estiman que el empleo de esos métodos inconstitucionales no los llegará afectar a ellos, cuando la experiencia demuestra totalmente lo contrario. Si hay suficientes y eficientes elementos de prueba de cargo, independientemente de los derechos acordados al acusado para el ejercicio de su defensa, debe existir una condena.

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