Tras la apertura del mercado chino para los occidentales, y en tanto la guerra de Vietnam entraba en sus fases finales, la secuela de la época inmediatamente anterior en el espíritu juvenil (impactado por la rebeldía y la búsqueda de experiencias en medio de la abundancia de bienes materiales) en los Estados Unidos fue un auténtico deslumbramiento ante el potencial alterador de la conciencia del ácido lisérgico dietil amida (LSD), que a mediados de los sesenta avanzaba en popularidad. Un matiz de naturalismo, de modo inesperado, reforzó esa inclinación cruzando en ella otra ruta de esa misma búsqueda: la identidad americana, al descubrirse los rituales oníricos de los apaches y yaquis, que conservaban el peyote, hongo mejicano, cuyo ácido natural fue bautizado como psilobicina, y resultó tener estructura química similar al LSD.
La depresión, enfermedad concomitante al individualismo y que por ello ha sido llamada Enfermedad del siglo XX, condujo al auge de los barbitúricos, como el veronal, que sedaban el sistema nervioso permitiendo una paz artificial. Establecida desde entonces como una contrapartida del abuso de sustancias estimulantes (tal como la cocaína) esta impronta resultó ser un rasgo característico de la subcultura basada en la dependencia de sustancias químicas.
La agudización de las cuestiones étnicas en el oriente medio entre palestinos y judíos no concluyó con la guerra relámpago (llamada de los seis días) que signó la década anterior, y condujo a sinuosos tratos que, pese a la creciente animosidad, derivaron a acuerdos de coexistencia no disimulada sino beligerante de ambas partes, cuyo principal perjudicado fue el pueblo libanés (que sufrió largos años de ofensivas a civiles) . El uso de la fuerza para controlar desmanes o conseguir objetivos políticos recrudeció, con expresiones tan drásticas como el ataque de comandos israelíes al aeropuerto africano Entebbe.
Esta misma tendencia impregna la dura actitud de los militares golpistas chilenos de 1973, que no trepidaron en bombardear el palacio presidencial para deponer a un presidente.
Se adoptó (en el país por el DL 17505, emitido en 1972), medidas de control de la toxicomanía distinguiendo entre las intenciones de las personas involucradas: al agente promotor, el traficante, se le imputa desde entonces el móvil único del lucro(y, por tanto, se busca controlar su acceso a la ganancia ilegal) y al consumidor, el adicto, se le reconoce su categoría de víctima del primero, además de ser pasible de atención para curarse de la enfermedad adictiva.
La corriente migratoria de quienes pretendían pasar del Tercer Mundo al Primero de un sólo cruce de frontera llegó, numéricamente, al grado de preocupar seriamente a los países de destino, que vieron rebasadas sus expectativas de recepción (este movimiento fue denominado, en los países que sufrían la pérdida poblacional, como Fuga de Talentos, pues tendían a salir de ellos los mejor preparados) y pasaron a experimentar consecuencias entre sus propios ciudadanos.